Un duelo a muerte con La Ley

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19:12

 Anoche me dijeron que era nefasto que no escribiera tan seguido por acá, y mi respuesta fue “me gusta escribir sobre canciones que me generen cosas… y nada me ha generado nada en estos días”, pero examinando el cajón de los clásicos de mi infancia me encontré con un temazo que viene como anillo al dedo para esta época festivalera.


 Es bien sabido que nadie es profeta en su tierra, y que en este país existe una sobre-exaltación de lo anglo y de esa mierda que viene de Centroamérica a hacerse el pino con el mal gusto del chileno, en desmedro de los artistas nacionales, lo cual sin embargo parece irse revirtiendo con el surgimiento de nuevas bandas rock/pop nacionales; una muestra de dicha exaltación es que una tradición como la “noche chilena” del Festival de Viña del Mar se perdió… siiiiiin embargo, en una noche tendremos compartiendo cartel a dos exponentes de la música nacional; como parte de esta nueva ola de artistas chilenos antes citada está “Gepe”, y dentro del segmento más consagrado y exitoso de esta larga y angosta franja de tierra, como muestra de una época gloriosa para el rock nacional, la –a mí juicio- mejor banda chilena: “La Ley”.

 ¿Cuántas veces te has reinventado? ¿Cuántas veces has tenido que levantarte y reconstruirte? Posiblemente ese sea el hilo conductor de esta banda; ha tenido SIETE integrantes oficiales, se repusieron a la muerte de uno de los más importantes de ellos (el guitarrista, fundador y compositor Andrés Bobe), nacieron con una vocalista femenina (sí, una mujer –la vocalista de la banda ochentera “Nadie”- cantaba en La Ley), cambiaron de sello discográfico, emigraron a México, se separaron, se han vuelto a encontrar… todo lo imaginable y aún ocupan un sitial de respeto dentro de la música chilena.


 Siguiendo en la línea de lo ya expresado, la canción que hoy nos convoca nació en un período intermedio bastante extraño y contradictorio: El álbum “Invisible” (1995) vio la luz cuando la banda era un quinteto formado por Beto Cuevas, Mauricio Clavería, el recién incorporado Pedro Frugone, Luciano Rojas y Rodrigo Aboitiz, (dejando estos dos últimos la banda en años posteriores); además de esta formación histórica, este álbum debió compartir la gloria de ser el más logrado y exitoso a nivel musical de los intérpretes de "Tejedores de Ilusión", con el hecho de estar teñido de la triste pérdida de quien fue creador de una gran parte de los éxitos que en él se recogen, como fuese el hasta su muerte guitarrista y fundador de La Ley, Andrés Bobe, fallecido un año antes del lanzamiento del álbum en un trágico accidente en moto en la comuna de La Reina.




"Invisible" fue producido por uno de los más destacados productores chilenos,de talla internacional: Humberto Gatica, quien ha trabajado con artistas como Andrea Bocelli, Elton John, Madonna, Michael Bublé, Paul Anka, Metallica, Roxette, Whitney Houston, y el indiscutido Rey del Pop, Michael Jackson, de quien era amigo personal.


 Dicho todo esto, al ser una historia recurrente entre bastantes grupos musicales, me parece que muchas veces los mejores álbumes de una banda suelen nacer a modo de catarsis, surgidos de entre los pasajes más oscuros de las historias individuales y colectivas de sus miembros (tal es el caso de “Mutter” de Rammstein, uno de mis discos preferidos), y así sucedió con ésta placa notable, llena de un sonido innovador pero a la vez inspirado en sus referentes del new wave y dark wave inglés de los 80, enriquecido de sintetizadores, guitarras llenas de efectos, la contundencia de Clavería en los tambores, la elegancia del bajo de Luciano Rojas y la sólida y soberbia voz de Beto Cuevas. En ella se recogen grandes éxitos de la historia de La Ley, como son “Animal”“Hombre”“Día Cero”“Cielo Market” y aquella que nos convoca el día de hoy: “El Duelo”.





(Warner Music Mexico - Todos los derechos reservados)


 Esta tremenda pieza musical, compuesta por el fallecido Andrés Bobe, Beto Cuevas y Luciano Rojas es sin duda uno de los mayores éxitos de La Ley, y tiene mérito suficiente para ello; empieza con una serie de capas de sintetizador que arman una atmósfera turbia, tensa, sucia, preparándonos para lo que se viene: Abre los fuegos la poderosa batería de Mauricio Clavería (siempre es divertido ver a un baterista zurdo) con un sonido lleno de aplomo, lleno de esa exquisitez que un buen drum kit de madera de calidad brinda. Unos cuantos pasos más allá e incorporan las cuerdas: una guitarra con pasajes en su inicio y fin un tanto Rockabilly, un tanto Blues, con un riff más apegado a lo New Wave durante el estribillo, y un bajo que simplemente suena elegante, sobrio pero muy intenso, pero sobre todo DISTINGUIBLE, que es una característica que muchas veces no se da en las cuatro cuerdas pero que en este caso se agradece enormemente.

 Luis Alberto Cuevas hace lo suyo: una voz dada al rock, que suena dura cuando debe hacerlo, y que es melódica cuando amerita, sin dejar de sonar masculina y oscura, porque Beto es un claro heredero de la movida más dark, más “gótica” (una palabra pésimamente usada siempre) de la música británica de los 80; tal vez las únicas voces tan variopintas, pero a la vez tan viriles que conozco, además de Beto, son Dave Gahan (Depeche Mode) y el gran Simon Le Bon (Duran Duran, banda que me encanta), ambos grandes influencias dentro del trabajo de La Ley.
Al final del día, tanto despliegue de talento no me extraña; de un hombre que creció en Canadá, que viajó en su niñez y adolescencia por Latinoamérica y que se luce como artista en otras lides, no se pueden esperar trabajos a medias.

 Escuchar “El Duelo” es escuchar precisamente eso: un duelo, una constante tensión que te acapara; se distingue de fondo un teclado que tiñe el ambiente de una neblina oscura, como la escena de un inminente crimen, un crimen que alcanza su clímax tras esa macabra carcajada de Beto, en un solo de guitarra que es simplemente soberbio, pues te permite distinguir de fondo el teclado con esa hermosa pero oscura atmósfera, y ese bajo ante el cual me saco el sombrero, sin dejar de ser un solo, sin dejar de robarse la película, sin dejar de ser un “Hola, soy Andrés Bobe y aún sigo entre ustedes, a pesar de parecer invisible a sus ojos”, pues aunque su grabación estuvo a cargo del talentoso Pedro Frugone, un hombre con notables aportes musicales a la banda, la línea de guitarra fue compuesta por Bobe… sin duda fue una fortuna contar con su genio musical antes de su fatídico accidente.

 Esta es una de esas canciones que cuenta una historia, de esas cuya estructura es el perfecto escenario para una obra de tres actos, a pesar de sus breves 3 minutos y 16 segundos, que aunque suenen a poco, están tan tan tan tan tan inteligentemente compuestos que no dejan ese extraño gusto a poco, sino más bien hacen necesario, imperioso escuchar una y otra vez esta magnífica canción incluida en el acervo musical de La Ley, pues quien habla de La Ley habla de “Invisible”, y quien dice “Invisible” dice “El Duelo”. Pocas canciones logran llenar tan bien los minutos como ésta, permitiéndote disfrutar al 100% todo su contenido, aun cuando siendo rigurosos con lo que todos conocemos por “música”, los primeros 16 segundos sean introducción, lo que reduciría teóricamente su duración a 3 minutos… tal vez los 3 minutos mejor invertidos de tu semana.



Andrés Bobe, fundador de La Ley, fallecido en 1994 en Santiago


 Hace un tiempo atrás me referí al amor oscuro y cotidiano de “Love” de The Smashing Pumpkins; hoy nos referimos a este amor oscuro y sadomasoquista de El Duelo, y me resulta asombroso cómo se puede abordar un tema tan controvertido y oscuro sin caer en la vulgaridad ni en el exceso, haciendo que el estribillo de la canción suene incluso pegajoso… hasta que te das el tiempo de leer la letra en vez de escucharla y te percatas de lo que estuviste cantando todo este tiempo (¡¡¡anda a lavarte la boca con jabón!!!); a ese nivel de profundidad es capaz de calar una canción cuando está bien hecha, y ésta, ésta es legendaria.

 ...y bien, habiendo vaciado una vez más el baúl de las canciones que marcaron mi infancia, sólo me resta esperar para ver a una de mis bandas favoritas nuevamente y como tantas veces sobre el escenario más importante de este país… tranquilo, Boriscillo, que La Ley ha vuelto, y como reza El Duelo, “no sufres más”.

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The Smashing Pumpkins: Love

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20:21


¿Qué es el amor?
¿Lo has sentido alguna vez?
¿Cómo podrías definirlo?
¿Podríamos decir algo sobre el amor que no se haya dicho ya?



 Sin duda una de las maneras más universalmente conocidas de referirse al amor es a través de la música, y tiene sentido, pues sobre ésta hay tantas apreciaciones y formas como las hay de aquel noble sentimiento representado por corazones y querubines lanzando flechas desde las nubes. Hoy sin embargo no hablaremos de ese amor empalagoso lleno de frases de calendario de bolsillo -para esa lírica profunda y filosófica de micro remitirse al siguiente enlace-sino a uno un poquito más oscuro, más retorcido tal vez, pero sin duda más sabroso y más realista; el amor visto desde la pluma de una de las figuras tal vez más subestimadas de la música (en el sentido de que nunca se le ha dado el sitial que merece) y una de las que más intriga y más curiosidad me genera: Billy Corgan, y sus "The Smashing Pumpkins".

 Ok, pero... ¿y quiénes son The Smashing Pumpkins? Bueh, son una baaaaanda griiiiiinga nacida en Chicaaaaago el ochenta y oooooocho de la mano de Cooooorgan y James Iha (el guitarrista rítmico chino que no es chino sino gringo de origen japonés). Al tiempo se unió un baterista muy bueno llamado Jimmy Chamberlin (que fue brutalmente expulsado se fue por drogo, rebalsándose el vaso cuando en la gira del "Mellon Collie" el 96 en un hotel de Nueva York sufrió una grave sobredosis de heroína junto al tecladista que los acompañaba -Jonathan Melvoin-, con la buena suerte de que el tecladista se murió y él no, pero con la mala suerte de que lo echaron) y una bajista llamada D'arcy Wretzky, que se fue por los ya típicos "motivos personales", que son la forma linda de decir que te echaron porque el líder -Corgan- no te soporta, porque le estorbas y le restas protagonismo. Su música tiene reminiscencias de indie rock, punk rock, psychedelic rock, gothic rock, progressive rock y a ratos un poco de shoegazing y dream pop, o como le gusta decirlo a los gringos, "Alternative Rock", que es como ellos llaman al rock que no es ni Metal ni Bon Jovi. Al día de hoy, y como es de esperar en una banda donde el genio y la creatividad del líder suele entrar en una etapa de imperialismo y de conflicto con el resto, el único miembro original de la banda es Billy Corgan; bueno o malo, juzgue usted.
(Achtung!: con esto no aspiro a que te sientas un conocedor de la banda, pues a decir verdad vale mucho más escucharlos y escudriñarlos por uno mismo).





The Smashing Pumpkins en la época de "Mellon Collie and the Infinite Sadness"



 En fin, sin más preámbulos, el día de hoy me encontré en uno de esos interminables ratos de ocio pensando que ya va un año desde que repasé al menos someramente la obra máxima, la novena sinfonía, el disco más logrado de la banda: "Mellon Collie and the Infinite Sadness"un discazo de 1995 que tiene el mérito de ser un disco doble, de ostentar la friolera de 28 temas en su versión CD (30 en vinilo), durar 2 horas y contener gran parte de las canciones más emblemáticas de la banda (a título personal, me refiero a la hermosa "Tonight Tonight", al cuasi-himno "Bullet with Butterfly Wings", a la -para mí- nostálgica "Bodies" y a la reposada y tan conocida "1979"), y entre ese enorme parque temático musical que puede ser un álbum de tales cifras, me encontré con una pieza que me llamó profundamente la atención desde el primer momento que la escuché... 




(Tienen que escuchar este disco al menos una vez en la vida)


 "Love" es sucia, distorsionada, tosca y eléctrica; a primera oída con suerte puedes distinguir las cuerdas de la batería y de la voz, pero de alguna manera extraña algo en ella -aunque suene obvio- te enamora; puede ser su ritmo acompasado por una batería que suena como si Chamberlin en vez de baquetas usara martillos (tengo un serio problema con esa caja) o sus capas y capas de efectos de guitarra y bajo, sus sintetizadores o la voz desenfocada pero no menos icónica de Billy Corgan, que es de esas voces que nunca llegas a confundir pues son reconocibles donde sea. Sea lo que sea, el hecho de que sea una canción sucia y un poco "underground" nunca quiere decir que sea una canción básica o simple... ¿o acaso el amor lo es?

La línea de bajo es pareja y continua a lo largo de la canción, con una leve variación en el estribillo y hacia el final, ejecutada con la elegancia y el enigma característicos de D'arcy... sin duda una extensión de su propia personalidad.


El "break" de la canción lo encontramos poco antes de los 3 minutos en un solo de guitarra (de Corgan, quien en el mundo de Smashing Pumpkins es juez, jurado y parte) rebosante de un efecto que es aturdidor pero refrescante, como bañarse en una piscina de ácido, para luego encontrarnos con un interludio de bajo y letra; a ratos se pueden escuchar de fondo los coros de Iha, a modo de anécdota, claro.


Y al finaaaaaal de esta aventurilla musical nuestra querida "Love" se despide de nosotros disminuyendo gradualmente la velocidad... entre tanto efecto y sintetizador el final me suena a una nave aterrizando y bajando revoluciones: hemos llegado de nuestro viaje por las nubes (negras) del amor.


 Musicalmente hablando me gusta mucho; tiene ese sonido oscuro y encerrado característico de una sala de ensayo, y de hecho me recuerda mi breve paso por ellas hace algunos años, época que extraño profundamente. Debemos considerar que a pesar de lo extraña y tal vez rudimentaria que nos pueda sonar hoy en día esta canción, su sonido es del año 95, de una época "post-grunge" y del otro extremo de USA respecto del lugar que vio nacer a esas bandas grunge que gobernaban la industria hasta entonces, como Nirvana o Alice in Chains, un extremo totalmente vicioso pero a la vez sofisticado, conceptual, con una industria underground potentísima y rica en sonidos; no por nada Los Simpson satirizaron de manera muy certera a The Smashing Pumpkins como una banda sumida en la depresión y en pensamientos profundos y un tanto decadentes, llenando sus existencias con abrigos de pieles (sin olvidar que esto es una sátira, de cuando Los Simpson hacían humor inteligente). En síntesis, es una canción que en la primera pasada y sin fijarme en la letra me sonó turbia, pero animada; tenía gusto a humor negro... y algo de cierto hay en eso.





The Smashing Pumpkins en The Simpsons


 Quien haya escuchado de forma medianamente seria al menos ALGO de The Smashing Pumpkins sabrá de que la calva cabecita de Billy Corgan sólo pueden salir ideas locas y un tanto extrañas; muchas veces uno tiene que buscar su propia interpretación de sus canciones, pues en la mayoría de los casos éstas están llenas de mensajes que sólo él podría entender, y su vida es cuando menos 'curiosa'.

 Love -como se esboza al inicio de este review- no tiene nada que ver con ese amor onírico y meloso de final de teleserie, sino que habla acerca de ese amor complejo que todos alguna vez hemos vivido, ese amor que no es perfecto y que difícilmente alcanzará la perfección; ese amor lleno de discusiones y de conflictos entre personas que no son una media naranja sino un limón entero, individual y ácido; nos habla de un amor que a ratos atemoriza por lo difícil que es de llevar, y que pareciera no conducirnos a ninguna parte, o al menos ninguna positiva, pero que por dentro nos dice de alguna manera que es lo que queremos, y que vale la pena sentirlo, un amor que nos dice "bueno, aunque nos agarremos de las mechas y te arrastre por el suelo*, al final del día sabes que te amo, que eres todo para mí y que siempre podrás contar conmigo"... el amor de todos los días, el amor tras las cámaras.


-Dicen las malas lenguas que esta canción está inspirada en la relación que Corgan tuvo con Courtney Love, viuda y asesina intelectual de Kurt Cobain, líder de Nirvana-.


El mensaje más oscuro (era que no en esta banda), y la reflexión que queda de tarea para la casa tiene que ver con una de las etapas más críticas de las relaciones: ¿Qué sucede cuando el otro te hace sentir insignificante, pero tú sigues amando? Tal vez ese es el amor verdadero, aquel que a pesar de las adversidades y muchas veces de los ataques del otro, te hace permanecer, intentarlo una vez más, quizás con miedo y sin ninguna certeza de nada, pero como toda adicción, asumiendo el riesgo... mal que mal todos queremos sentir amor y sentirnos amados, y como dice nuestro querido Billy, "love solves everything".

Amor para todos ustedes 





*: Valga aclarar que estoy absolutamente en contra de cualquier forma de violencia en las relaciones; es sólo una forma de decirlo.

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