Out of Time - Deteniendo el tiempo.

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20:12

 Han pasado tantos días desde la última vez que gasté teclas aquí que sinceramente ya ni sé cómo empezar, o qué quiero decir... han pasado tantos días y tantas cosas.


 Los seres humanos tenemos la asombrosa virtud de adaptarnos a todos los medios que nos rodean, y la evolución ha dejado esto en evidencia; el problema surge cuando nos ponemos a pensar en el medio que nos rodea actualmente, y con el cual nos estamos mezclando. ¿Estaremos volviéndonos seres autómatas, tal como las máquinas que nos rodean en todas nuestras actividades? Al menos a mí me resulta deprimente verlo así, pero no por ello es menos cierto.
 Personalmente me ha tocado vivir esa oscura parte de la humanidad en carne propia, pretendiendo ignorarlo o haciendo de cuenta de que es lo correcto, o que al final del camino me convertiría en un hombre mas fuerte y más grande, hasta que toqué fondo y me vine abajo.

¿Qué hacer cuando la música se vuelve sólo "ruido de fondo"?

 Cuando llegas al punto de no disfrutar las cosas que antes te llenaban, o no logras percibir la belleza y la alegría en lo que te rodea, te has vuelto un autómata; técnicamente lo único que te diferencia de un computador es tu capacidad de sentir, y que en vez de conectarte a la corriente, te alimentas por la boca. Tal vez lo que hace que todo esto se vea tan tétrico al leerlo es que al final de cuentas es precisamente así en la vida real, pero sucede de una manera tan sutil, y es tan socialmente aceptado que verse enfrentado a los hechos de golpe nunca se siente bien, pero ¿algún día podrá dejar de ser así?

Sí.
Aunque lamentablemente, se aprende "a la mala".

 
 En esos momentos en los cuales la vida parece decepcionante o incluso angustiante, uno suele refugiarse en los recuerdos de épocas más felices, y por lo general te transportas a la infancia, edad llena de alegrías y libre de cualquier responsabilidad, donde la mayor preocupación que puedes tener es no haber visto los monitos, o haberte ensuciado la ropa que tu mamá te dijo que cuidaras. Lo interesante es que mi gran afición por la música nace precisamente ahí, en la infancia, donde conocí muchas canciones y a muchas bandas que hoy en día forman parte de mis "imprescindibles"; entre ellas está Blur


Blur


 Blur es una de esas típicas bandas noventeras de las cuales uno ha escuchado al menos una vez su arsenal de "grandes éxitos", entre los cuales podemos mencionar canciones como "Charmless Man" o "Country House", la animosa "Girls & Boys" y "Song 2", canción que casi nadie conoce por su nombre, sino como "woo hoo".

¿Qué tienen en común todas las antes mencionadas? Todas ellas fueron compuestas y publicadas en los noventa, pero la carrera de la banda de Londres liderada por Damon Albarn (quien además pone la voz en la banda "Gorillaz", caracterizado como 2-D) no se detiene con la llegada del nuevo milenio; el último disco publicado hasta ahora y último antes de su separación (en 2008 volvieron a reunirse) es el experimental "Think Tank" del año 2003, del cual se recoge la apacible y melancólica "Out of Time".






¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en el pasto sólo a ver el tiempo correr? ¿Hace cuánto te tomaste una taza de té que no se enfriara antes de terminar? Esas eran preguntas que me hice muchas veces entre hojas de apuntes y lecturas obligatorias, a altísimas horas de la madrugada, casi desesperanzado, creyendo que mi vida era un constante transitar de un agobio a otro donde sólo habría felicidad en ese lejano período llamado "vacaciones de verano". Sé que este año ha sido difícil; he perdido mucho, la carga ha aumentado, he visto a muchas personas partir, me he sentido solo y otras veces, en medio de muchas personas, ajeno... ¿estaré en una mala racha?

  Y toqué fondo...

 Cuando sentía que la angustia tapaba mi boca con una mano, y con la otra intentaba ahorcarme, me vi obligado a detenerme y pedir ayuda, cosa que pospuse durante mucho tiempo... tal vez por miedo, tal vez por no mostrarme débil... o quizás por huir de la sensación de fracaso. Como sea, fue mi mejor decisión.

 Posiblemente sólo si se ha experimentado una profunda sensación de angustia imposibilitante se puede comprender el enorme alivio que conlleva deshacerse de esa carga que pesa sobre ti día a día, a cada minuto, sea cual sea ella; es como si de pronto abrieras la ventana y un soplo de aire fresco te invadiera, seguido de un gran halo de luz de sol. Recuerdo que aquel catártico día caminé hacia la universidad; era temprano y apenas me separaba una estación de Metro de mi destino. Me tomé mi tiempo, caminé lento y por un segundo noté que una sonrisa invadía mi rostro sin que me haya dado cuenta; técnicamente nada había cambiado, pero al menos ya me sentía liberado, y de una manera increíble.

 Out of Time es una joya musical; no los agobiaré con detalles técnicos que manchen su belleza, pues basta con decir que es una canción un tanto atípica dentro del catálogo de Blur, con un sonido artesanal, otoñal, plácido... desde que la conocí, cada vez que la escucho mi mente viaja a un cuarto oscuro, donde se cuela discretamente un pequeño haz de luz desde el techo, casi como si quisiera avisarnos que hay algo afuera. Personalmente nunca he escuchado una canción que se le parezca en lo musical: es nostálgica, pero dulce, calmada, llena de un sentimiento muy parecido al amor. El bajo ejecutado por Alex James (genio y figura) es el hilo conductor de esta reposada balada, siempre obedeciendo a ese patrón calmo y nocturno de esta obra de arte, adornada con una batería muy muy simple a cargo de Dave Rowntree. Damon Albarn nos regala casi cuatro minutos de esa voz tan característica, cálida, inconfundible e inalterable a pesar del paso del tiempo... un viaje a mi más tierna infancia en sólo un par de versos. 
Esta vez Graham Coxon no colabora con la guitarra, pero de fondo podemos disfrutar de un arreglo orquestal (cortesía de la orquesta "Groupe Regional du Marrakech, de Marruecos) muy curioso, a mi juicio bastante "hindú", nutrido de laúd, pandero, rebab, quanun, theremin y derbake, todos instrumentos muy extraños para nuestra visión occidental de la música, pero que conjugados en sintonía con el espíritu de "Out of Time" suenan maravillosos, todo esto entremezclado con un extraño ruido ambiente de voces y movimiento que poco a poco va llenando esa oscura habitación que hasta ahora parecía habitada sólo por un tímido haz de luz solar.



Think Tank, séptimo álbum de Blur, del año 2003


 Al llegar me di el lujo de sentarme y beber un jugo, tomándome también todo el tiempo posible... el día estaba nublado, pero no hacía frío; había pocas personas en ese gris y árido patio, y aún así para mí todo respiraba paz y tranquilidad, en vez de esa ya tan típica atmósfera de resignación y amargura. ¿Cuándo había sido la última vez que había hecho algo sin pensar en el tiempo que tardaría en ello? no podía recordarlo, aunque lo intentara.

 Damon Albarn tiene una de esas voces que te suenan familiares, como si donde quiera que estés, y en el momento que sea te llevaran de vuelta a un lugar que conoces a la perfección, una voz paternal, cálida, una voz capaz de hacerte sentir que el tiempo no ha pasado desde la primera vez que lo escuchaste cantar, pero ¿qué historia nos cuenta en esta pasada?

"Out of Time" como dije en un principio es una canción nostálgica, y hoy hablo de ella porque trata acerca de cómo la rutina y sus ahogos nos lleva a restarle valor e importancia a las cosas bellas del día a día, al punto de incluso hacerlas desaparecer. Albarn hace en dos versos lo que cuarenta y cinco minutos de psicoterapia apenas intentan comenzar a descubrir: "has estado tan ocupado últimamente, que no has encontrado tiempo para abrir tu mente y ver girar al mundo, sutilmente fuera de tiempo". ¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en el pasto sólo a ver el tiempo correr? ¿Hace cuánto te tomaste una taza de té que no se enfriara antes de terminar?

 Ese día tenía prueba y no había estudiado nada, sin embargo por alguna razón nada me sacó de mi profunda sensación de paz, por mucho que se complicaran las cosas... de alguna manera, había logrado quitarle el piso a una especie de "bestia negra" que venía asediándome hace mucho, y eso hizo que mi día fuera tranquilo, sin sobresaltos y lleno de un gusto a aire fresco que de tan olvidado me parecía novedoso... ahora la música no era ruido de fondo, sino una atmósfera personal separada de todo el bullicio de la ciudad, dispuesta a protegerme de todo aquello que tanto mal me había hecho durante este tiempo: Damon Albarn había venido a mi rescate.

Damon Albarn, un ídolo.


 Out of Time siempre ha sido una de mis canciones favoritas, y a mi juicio la mejor y más hermosa canción de Blur; escucharla me hace sentir que estoy muy lejos, como si alguna de mis vidas pasadas hubiese vivido en tierras muy distantes de acá, y durante cuatro minutos se reencontrara con esos horizontes no descubiertos por mi yo actual. Sentirla fluir por mis oídos es casi una terapia, casi como detener el tiempo dentro de mí mientras el resto del mundo sigue su presurosa marcha, tal como si fueran máquinas, consumiéndose un poco más cada día. ¿Cómo pude llegar a ser insensible a la música? no lo sé, pero ahora estaba girando fuera de tiempo respecto del mundo nuevamente.

Al fin el tímido haz de luz de esa oscura habitación se había posado sobre mí.








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Siempre hacia adelante...

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3:48

 De tanto en tanto suelo encontrarme con canciones que se me pegan por días o incluso semanas... en realidad no soy muy amigo de que eso me suceda, porque cuando uno escucha de forma repetitiva una misma canción corre el riesgo de que termine cansándote, pudiendo hasta dejar de gustarte (y por eso mis canciones favoritas las suelo escuchar muy poco y en ciertas ocasiones). Sin embargo, no muy a menudo se da la excepción a esa regla y aparece alguna que otra pieza musical que puedo escuchar muchas veces en un mismo día sin que pierda su sabor, y eso fue lo que me pasó hace unos días.

 Creo que uno de los fenómenos más frustrantes para todo "melómano consagrado/en progreso/aspirante a" era cuando te encontrabas con una canción que no conocías y te quedaba gustando mucho, pero no tenías ni idea de quién era el intérprete ni nada, lamentable hecho que se veía muy agravado si no sabías más inglés que Alexis Sánchez, producto de lo cual tenías que quedarte con el ritmo dando vueltas en la cabeza, pensando cómo diablos podrías llegar a saber qué canción es, muchas veces quedándote con las ganas de saber, o viéndote tarareando como idiota e inventando palabras en inglés frente a tu amigo o conocido que sabía más de música a ver si él sabía cuál era la canción que te quitaba el sueño -todo esto antes de la era "Shazam", claramente-. Peeeeeeero como hoy en día tenemos un abanico
 infinito de posibilidades, en un pis-pás puedes salvar ese escollo con musical elegancia.

Y eso fue lo que me pasó a mí hace más o menos una semana...

 Se encontraba vuestro nunca bien ponderado amigo redactor viendo uno de los tantos videos curiosos que en la red suele encontrar para hacer frente a los momentos de ocio, cuando de pronto ante sus gastados oídos se presentó como una flor abierta en plena primavera, un riff instrumental tan animado como pocos había escuchado en estos tiempos presentes; el único problema era que el video data de 1985, y es una grabación de un programa de videos musicales sueco... palidecí ante lo que parecía la imposibilidad de saber el nombre de tan bella y magnánima melodía.

 Luego usé Shazam y la descubrí...

 La historia de la industria de la música tiene una cualidad bastante rica a mi gusto, que es su capacidad de poder dividirse en capítulos claramente diferenciados el uno del otro, cada cual lleno de su impronta propia, la cual influye en todo lo que ella engloba, desde la misma música producida dentro una determinada era hasta la moda en el vestuario o en los modismos propios de lo que hoy llamamos "tribus urbanas" surgidas dentro de dicho
 periodo, todo lo cual configura algo que bien podríamos llamar el "espíritu de una época", pues creo que no hay una palabra que demuestre mejor ese sentimiento: el espíritu, ese "algo" que se puede percibir en la piel, oler en el ambiente, esas vibraciones que inundan el entorno y acaparan a quienes le son contemporáneos. Lamentablemente siento que esa capacidad diferenciadora de épocas de la música se perdió con la progresiva desaparición del poder hegemónico de las compañías discográficas como agente "marcador de tendencias" dentro del espectro musical, a causa del surgimiento de sellos discográficos independientes, o con el nacimiento de redes sociales dedicadas a la música que permiten a los nuevos artistas hacerse conocidos sin la necesidad de ser respaldados por un sello, lo cual si bien ha logrado la siempre positiva capacidad actual de crear más música y compartirla de manera menos limitada (no solo con quienes pueden comprar un disco), también ha generado dos fenómenos que son curiosamente contradictorios: por un lado, la dispersión de géneros musicales presentes en una misma época (entiéndase "todos los géneros musicales que son tendencia en el aquí y ahora"), y a la vez la paradójica homogeneidad en el interés creador de los artistas: tú prendes la radio hoy y en una radio escuchas el progressive house de Avicii; cambias la radio y un poco más allá tienes el electro house de David Guetta, compartiendo dial con el pseudo pop de Lorde, el electropop de Calvin Harris, y entre ellos abriéndose espacio a codazos, el "big room" de Martin Garrix, mientras tras bambalinas aguarda para salir a escena el próximo DJ sensación del verano que está por venir... distintas etiquetas para algo que suena igual, pero que no te permite calificarlo a todo dentro de una misma categoría, porque si bien son idénticos en su forma originaria, no logras (o para ser estrictos, "no logro") encontrar un denominador común entre ellos, no hay por dónde tomarlos. Lo mismo sucede con la música local; existe una tendencia clara a hacer música con sonidos simples y casi "retro-hipsters", llena de baterías con compases parejos y pocos componentes (tres toms, un bombo, un hi-hat, un crash y un ride), guitarras limpias, bajos bailarines y un/una cantante vestido con la última moda de Orange Blue; unos hacen pop, otros indie pop, otros folk pop, otros garage rockpero TODOS suenan a lo mismo.
 
 Personalmente -y quiero insistir en esto- me encanta que exista la posibilidad cada vez mayor de crear música, desde la facilidad actual para adquirir instrumentos de buena calidad, hasta la existencia de plataformas de internet que te permitan compartir tu música sin necesidad de un gran presupuesto sobre el cual pararte, pero no comparto ni compartiré esa cuasi obligación que algunos fans de ciertas bandas locales te imponen, del tipo "¿cómo no te gustan los bunkers? ¿acaso no erís chileno, hueón?" o "Gepe es la mano, no sabís ná de música", ni tampoco -yéndonos al plano internacional- esa tendencia a adherirte a algo por el solo hecho de que "es la música oficial de lo que está de moda".

 Luego de haber hecho este paréntesis demasiado extenso para ser considerando como tal -pero no por ello menos necesario para lo que viene-, puedo continuar con mi historia: luego de unos 5 segundos, en la pantalla de aquel mágico aparatito llamado "smartphone", dos palabras se convirtieron en la gloria máxima... esas bellas melodías llenas de un groove exquisito y alegre tenían nombre, y ese era 
"Straight Ahead" de los afamadísimos muchachos de Kool & the Gang.






 Hace un tiempo atrás dije que a veces las canciones suelen durar lo justo para poder disfrutarlas como es debido, pero claramente este no es el caso: cada vez que la escucho debo repetir una o incluso dos veces para saciar mi necesidad de su adictivo groove, lo cual me hace uno más de los infectados por una fiebre muy contagiosa mas no mortal: la "fiebre disco". 

 Estamos ante una composición que germina de 
nueve mentes maestras claramente nacidas para crear, para inspirar, para motivar con su música, y no es menor el hecho de que Kool & the Gang sea una banda de raza negra, pues eso aporta un condimento extra a sus composiciones... hay un algo que las raíces afro aportan a la música y la hace distinta, un algo casi misterioso. Straight Ahead en sí misma es una canción más de la banda de Jersey, y no lo digo de forma peyorativa, sino haciendo patente que más que una canción es casi un estilo de vida: fiesta es el concepto, la palabra clave; cada vez que la escucho logro saborear una porción de la época disco-funk, y con ello puedo percibir no solo notas musicales, sino todo un concepto compuesto por un ambiente de felicidad pomposa: escuchar disco es sumergirse en la noche caminando al ritmo de la música, vestido de estrambóticos atuendos de color dorado, camisas abiertas y peinados voluminosos... en ese sentido no dista mucho de lo que vivimos actualmente, donde la música (tal como se señala en el extenso paréntesis previo) determina aspectos sociales mucho más allá del simple hecho de ser música, pero a pesar de esto, la época que vio nacer a Straight Ahead posee un sentimiento muy característico, precisamente ligado a celebrar. No es desconocido que los años 70 y 80 no fueron fáciles; Vietnam era parte del pasado, pero la sombra de la Guerra Fría aún se posaba sobre el globo, más aún sobre USA; los hombres de raza negra eran admirados a la vez que discriminados y segregados, la cocaína se convertía en la base de la pirámide alimentaria de gran parte de la gente de los 50 estados y más allá, y un virus hasta entonces tan desconocido como mortal comenzaba a teñir de penumbras a la humanidad: el VIH. Ante todo lo anterior, ¿qué podemos hacer? ¿nos encerramos en nuestra habitación sin salir hasta que el mundo cambie, o se extinga definitivamente? Algunas almas en cuyo ADN está impresa la desgracia y el dolor a la vez que la alegría incondicional tendrían una respuesta completamente diferente. Tanto Kool & the Gang como muchas otras bandas y artistas de raza negra contemporáneas a ellos (Earth, Wind & FireBoney M., Lipps Inc.Donna SummerGloria Gaynor y el gran Michael Joseph Jackson) inundarían el país y por contagio al mundo entero de un espíritu de alegría nocturna, de espectacularidad y glamour, de fiesta y de esperanza con laca en el pelo, patillas largas y gruesas, lentes oscuros y zapatos de plataforma que haría a todos desprenderse momentáneamente de ese ambiente poco esperanzador cada vez más creciente dentro de la época del hombre moderno; las canciones hablaban de celebrar por los buenos tiempos, de bailar toda la noche, de sentirse vivo aunque el mundo se cayera a pedazos... se pasó del amor libre al ritual de ver a la chica que te gustaba al otro lado del club, y jugártela para llevarla a la pista y demostrarle tu amor agitándote con tus mejores pasos cual pavo real bajo la bola de espejos... una época dorada y -a pesar de todo- feliz. Esto es lo que posiblemente hace tan distintos a nuestros tiempos de sus épocas antecesoras... ¿Cuál es el sentimiento que caracteriza al siglo 21? o lo que es más difícil de responder: ¿Prevalecen socialmente los sentimientos hoy en día?



"In the Heart"; disco de 1983 de Kool & the Gang al cual pertenece "Straight Ahead". Este álbum logró ser dos veces "número 1" del ránking Billboard y una vez "número 1" en Reino Unido. Fue producido por Jim Bonnefond, Ronald Bell y Kool & the Gang. 


 Musicalmente hablando estamos ante una composición 
post-disco; cuenta con los elementos básicos del disco, como son percusiones, un bajo sincopado (marcado en los silencios) muy protagónico, sintetizador, una guitarra prácticamente de acompañamiento y los clásicos vientos (trompeta, saxo y trombón), pero los elementos electrónicos son más evidentes a lo largo de sus 03:31 de duración, obra de las teclas del sintetizador Oberheim OB-X de Curtis "Fitz" Williams. El corazón de Straight Ahead late en los ya característicos y mayoritarios compases de 4/4, a una velocidad de 118 golpes por minuto... en suma, una canción para pararse y bailar. Corona toda esta verdadera orquesta la voz de James Warren "J.T." Taylor, quien se integraría a Kool & the Gang como vocalista en 1978, convirtiéndose en voz principal un año después; es una voz negra, lo cual implica que es profunda, pastosa, cálida, con presencia pero en su caso siempre limitada a tonos medios y bajos (con uno que otro alto esporádico), respaldada con las voces de acompañamiento de Clifford Adams y Ronald Bell, ambos a cargo del trombón y saxofón tenor respectivamente.

 
Hacia los dos minutos y diez segundos nos encontramos con la joya musical de la misma, que coincidentemente son los 32 segundos que me hicieron conocer esta maravillosa pieza musical, y que bastaron para convencerme de que todo lo que restaba por escuchar no me decepcionaría en lo absoluto: un instrumental donde el ya lamentablemente fallecido Claydes Charles Smith hace relucir su guitarra con ese exquisito tono funk que resulta sencillo pero a la vez logra capturar la esencia de la línea vocal de Taylor, y de la línea musical de la canción misma, acompañada de fondo por sintetizadores, batería, bajo y una back guitar a ritmo constante, con esporádicos destellos de esos hermosos y pomposos vientos tan maravillosamente ejecutados, que incluso logras saborear el bronce que los compone.


Aromatizador de Kool & the Gang en el jeep del Dr. Hibbert
(Capítulo 9, temporada 15 Los Simpson - 2004)

 
La canción en sí misma para mí, aun siendo un himno hacia el optimismo y una oda a "seguir adelante, con un solo objetivo, hacia la luz con el amor como brújula", tiene un tinte oculto un tanto nostálgico... no me resulta ser un canto a la alegría perpetua o a la fiesta sin fin como podría ser Celebration de los mismos Kool & the Gang, y tal vez es precisamente esa hermosa guitarra la que me transmite esa sensación de melancolía escondida: para mí Straight Ahead es la canción creada para levantar los ánimos en las postrimerías de la tristeza, algo así como si bailásemos toda la noche bajo la bola de espejos mientras nos abrazamos y nos secamos las lágrimas, esperando que esta vez la amargura haya quedado atrás para siempre, convenciéndonos de que la única esperanza a la que podamos aferrarnos es repetirnos a nosotros mismos de manera incansable que la salida es hacia arriba, hacia la luz, en una sola dirección ascendente y sin pensar en nada más que seguir adelante sin detenernos ni sucumbir por un solo segundo... tal vez ahí para mí cobró sentido todo lo ya dicho respecto de una época contradictoria, llena de una alegría nocturna amparada en una oscuridad que lograba esconder una realidad que no se mostraba completa, pero no por eso era menos deprimente.

 Sin embargo, no por mi intrincada y visceral interpretación esta vibrante composición pierde su espíritu alegre, festivo y esperanzador; desde el momento en que la escuchas y sientes que tu ochentero interno desea pararse en medio de esa pista hecha de cuadros luminosos de colores que se encienden al ritmo de la música, 
los muchachos de Kool & the Gang han logrado su cometido: llevar la alegría de la noche a tu vida, y con ello hacerte parte de una época dueña de un espíritu que por más que pasen los años no se borrará jamás, por más géneros musicales que nazcan y más discos compactos dejen de venderse: la era de la música disco.

 Tal vez algún día la música vuelva a ser un elemento creador de la identidad de una época, transmisora de sentimientos inspiradores y unificadores... tal vez algún día resurgirá el espíritu de la noche y la fiesta entendidos como algo mágico, casi como un ritual, y no una instancia para emborracharse y frotarse compulsivamente unos contra otros; mientras eso no suceda, la bola de espejos seguirá girando, y siempre tendremos a los grandes exponentes de la música de los setentas y ochentas dispuestos a alegrar nuestros días, enormes y sempiternos genios musicales a los cuales he aprendido a admirar por una invaluable herencia musical materna que me acompañará -a Dios gracias- toda mi vida.

Keep the spirit high, and your heart in love... keep on movin'...  ;)

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De la Tierra a la Luna, y de regreso.

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2:11


 Llevo al menos unos 2 meses prometiéndome que apenas encontrara un tiempo libre considerablemente amplio retomaría esto... he tenido muchos tiempos libres considerablemente amplios y así ha seguido el asunto, pero tal parece que la creatividad florece en Junio; he de apostar nuevamente a que el segundo semestre del año es siempre el más interesante, o al menos el que permite sobreponerse de todas las batallas perdidas de la primera parcialidad anual, rindiendo frutos como los que se han plasmado -pobremente- en el presente blog.

 Y bien, como era de esperar, hay muchas cosas que contar, muchos cambios, pero pocas novedades, y ante el hastío de una rutina que parece absorberme lentamente, el único escape posible son los momentos de soledad y paz donde mis audífonos y yo creamos un mundo aparte. En esos ratos vividos dentro de mi mundo aparte y luego de un par de años, reapareció una canción que ya estaba acumulando injustamente mucho polvo, y en vista de que los australianos son mejores haciendo música que jugando fútbol, hoy un poco de música marsupial de la mano de "To the Moon and Back" del dúo oceánico Savage Garden.






 Es una canción larga (05:41), pero no lo parece, llegando a quedarse corta en algunas pasadas (a veces tengo que volver a reproducirla para "apreciarla" completamente). Instrumentalmente está muy bien lograda; cuenta con esa frescura musical de los años 90 y es tributaria de esa facción musical de dicha época, caracterizada por hacerse con instrumentos de verdad y voces de verdad, siendo tal vez parte del fin de la era del pop con talento contenido. Personalmente muchas veces juzgo el nivel musical por la calidad de la batería incorporada a la canción, y la que se nos presenta cerca de los 30 segundos cumple y agrada, así que partimos bien.

 Es curioso, pero no pocas veces me ha pasado que escucho una voz y mi mente la asocia directamente a una mujer, y no me refiero a que piense en féminas cada vez que escucho una canción, sino a que escucho una canción y me llevo una gran sorpresa cuando me entero de que las canta un hombre en vez de una mujer; me ha pasado con Air Supply, con Arch Enemy (todo un caso aparte, y nada difícil de entender) y me pasó precisamente con Savage Garden: To the Moon and Back fue posiblemente la primera canción que conocí de ellos, allá por mis tiernos 6 años, y la andrógina voz de Darren Hayes me pareció demasiado pastosa, cálida y falseteada como para ser de un hombre... pero lo era. 

¿Podríamos decir algo sobre su voz? Sin duda habríamos de señalar que es plástica, que es particular, que alcanza los tonos altos con un falsete que le acomoda muy bien (aunque esta canción es más de tonos medios a bajos, a ratos se luce, sobre todo al final), y que se mueve en los bajos sin perder fuerza ni proyección. Existen, además de la actual, una serie de canciones de Savage Garden que dan fe de que todos estos logros no son resultado de una hazaña entre muchas, sino una constante muestra de calidad musical.

 Siempre en lo instrumental, consta de los 4 elementos fundamentales del pop: guitarra, batería, bajo, teclado, todo creación de Daniel Jones, multi-instrumentista y compositor que cierra el dueto. Un hombre discreto que durante el tiempo de vida de la banda despreció la parte "pública" de la fama, dejando de lado los flashes y las entrevistas, privilegiando en su lugar la composición y la ejecución. Mis respetos hacia un hombre que sabe identificar sus talentos y fue capaz de potenciarlos, dando como resultado piezas tan apreciables como la que nos convoca hoy, sobre todo en un momento donde los músicos son más objetos publicitarios y de farándula, que de creación artística.

 Respecto de los rasgos musicales, es una canción que si bien es bastante pop, cuenta con elementos rockeros que le brindan bastante carácter y proyección: la batería es bastante contundente y notoria, hay presencia de riffs de guitarra con efecto que destacan de tanto en tanto y el teclado simplemente aporta atmósfera, sin mayores efectillos ni parafernalias que se adhieran a la línea musical cual borla de árbol navideño, y aún así el pop se hace presente a través de detalles no menores a lo largo de los casi 6 minutos de música que tenemos entre oídos, como por ejemplo el solo de guitarra acústica allá por los 3 minutos o el ending de la mano de un piano y violines, que además de ser detalles que 'aterrizan' un poco la línea dura, contribuyen a crear esa atmósfera contradictoriamente oscura de una canción que, como veremos, es bastante melancólica.




Savage Garden fue un dúo pop-rock australiano formado en 1993 por Darren Hayes y Daniel Jones, disuelto en 2001. Su disco homónimo "Savage Garden" de 1997 (en el cual se contiene "To the Moon and Back"), fue producido por Charles Fischer, y ha alcanzado los 12 millones de copias vendidas alrededor del mundo.


 Habiendo salvado más que debidamente la porción musical, y comprobando que no fue en lo más absoluto una mala decisión que Savage Garden eligiera a esta canción como el primer track de su primer disco homónimo (del año 1997), y asumiendo que musicalmente es una canción seria y elaborada, a la vez que fresca y entretenida, no podríamos esperar menos de la lírica tras estas sofisticadas melodías. ¿Con qué nos hemos de encontrar?


 Creo que todos alguna vez nos hemos quedado mirando a la Luna, preguntándonos qué es lo que se esconderá allí arriba, o cómo será estar de pronto sobre ese solitario y polvoriento satélite, observando nuestro planeta desde muy lejos, en absoluto silencio y calma... sobre todo cuando los tiempos no son buenos y creemos que no hemos encontrado nuestro sitio acá abajo (o tal vez, que simplemente no pertenecemos a ninguno). To the Moon and Back nos habla acerca de una muchachita -quien presumiblemente está en su adolescencia- que de pronto se encuentra cuestionando los motivos de su dolor interno, de sus frustraciones y resentimientos, y todos esos sentimientos tan difíciles de llevar en aquella época, los cuales no pocas veces se extienden a períodos de vida bastante posteriores, incluso a pesar de tener la experiencia extra suficiente como para superarlos.


 A veces pareciera que todo el mundo cree tener una teoría respecto de nuestras acciones y sentimientos, o incluso de quiénes somos, y más aún, cree tener el derecho de sostener dicha teoría como si de una verdad absoluta se tratase, pero tal como todos hemos sentido alguna vez (o muchas), esta muchacha sabe dentro de sí cuáles son los motivos de su auto-marginación del mundo "de los demás", de su falta de fe en el amor, de su desconfianza en el resto -los mismos que muchas veces la han traicionado y lastimado- y conociendo mejor que nadie las dimensiones y las razones de sus zozobras interiores, aún mantiene la secreta esperanza de que en algún rincón de este vasto universo tan infinito e inescrutable haya alguien esperando por ella, y entonces, imaginariamente hace su maleta, lista para volar lejos de todo el dolor y todo el sufrimiento... siempre y cuando ese 'alguien' adecuado y nacido sólo para ella surgiese desde las oscuridades, dispuesto a tomar de su mano y llevarla a un mundo creado sólo para ellos dos si él le demuestra que es el indicado, que ha venido para quedarse y de paso llevarse todo el dolor y la decepción; ella viajará a la Luna y de regreso, si él es capaz de demostrarle que aún cuando la fe parece perdida, valdrá la pena que ella junte todo lo poco que queda de esperanzas y las ponga en sus manos, confiando que él podrá hacerla al fin feliz, aún teniendo la capacidad de destruirla... por última vez.


 Con todo lo dicho podemos comprender por qué hablamos de una canción atractiva, entretenida pero que esconde muy sutilmente una melancolía y una oscuridad bastante angustiante, casi como un grito desesperado que se eleva por el negro cielo de la noche cual bengala en busca de que alguien la divise a lo lejos y acuda a su rescate. Sin duda alguna todos nos hemos sentido así al menos una vez en la vida, por lo que lograr interiorizar el espíritu de esta contradictoria canción no se hace difícil, y una vez que sabes cuál es la historia tras ella incluso logra volverse aún más atractiva, hace que la comprendas, que sientas de manera distinta los tiempos y hasta los acentos vocales de Hayes, sobre todo en el contradictorio estribillo de esta pieza musical, lleno de un sabor de dulce y agraz (y uno de los más oscuros y profundos que he escuchado) y éste es un proceso que una vez que se da, en mí opinión conmueve, pues si eres capaz de tomar una canción, comprenderla, hacerla tuya y sentir la música más allá de tus oídos, entonces en ese momento la música ha logrado su cometido, y To the Moon and Back hizo lo propio conmigo hace ya un par de semanas.


(Pero no hay de qué preocuparse: "I Want You", la segunda canción más conocida del disco es bastante animada y pegajosa, lo suficiente como para volver a sentirse bien por el resto del día).

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Un duelo a muerte con La Ley

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19:12

 Anoche me dijeron que era nefasto que no escribiera tan seguido por acá, y mi respuesta fue “me gusta escribir sobre canciones que me generen cosas… y nada me ha generado nada en estos días”, pero examinando el cajón de los clásicos de mi infancia me encontré con un temazo que viene como anillo al dedo para esta época festivalera.


 Es bien sabido que nadie es profeta en su tierra, y que en este país existe una sobre-exaltación de lo anglo y de esa mierda que viene de Centroamérica a hacerse el pino con el mal gusto del chileno, en desmedro de los artistas nacionales, lo cual sin embargo parece irse revirtiendo con el surgimiento de nuevas bandas rock/pop nacionales; una muestra de dicha exaltación es que una tradición como la “noche chilena” del Festival de Viña del Mar se perdió… siiiiiin embargo, en una noche tendremos compartiendo cartel a dos exponentes de la música nacional; como parte de esta nueva ola de artistas chilenos antes citada está “Gepe”, y dentro del segmento más consagrado y exitoso de esta larga y angosta franja de tierra, como muestra de una época gloriosa para el rock nacional, la –a mí juicio- mejor banda chilena: “La Ley”.

 ¿Cuántas veces te has reinventado? ¿Cuántas veces has tenido que levantarte y reconstruirte? Posiblemente ese sea el hilo conductor de esta banda; ha tenido SIETE integrantes oficiales, se repusieron a la muerte de uno de los más importantes de ellos (el guitarrista, fundador y compositor Andrés Bobe), nacieron con una vocalista femenina (sí, una mujer –la vocalista de la banda ochentera “Nadie”- cantaba en La Ley), cambiaron de sello discográfico, emigraron a México, se separaron, se han vuelto a encontrar… todo lo imaginable y aún ocupan un sitial de respeto dentro de la música chilena.


 Siguiendo en la línea de lo ya expresado, la canción que hoy nos convoca nació en un período intermedio bastante extraño y contradictorio: El álbum “Invisible” (1995) vio la luz cuando la banda era un quinteto formado por Beto Cuevas, Mauricio Clavería, el recién incorporado Pedro Frugone, Luciano Rojas y Rodrigo Aboitiz, (dejando estos dos últimos la banda en años posteriores); además de esta formación histórica, este álbum debió compartir la gloria de ser el más logrado y exitoso a nivel musical de los intérpretes de "Tejedores de Ilusión", con el hecho de estar teñido de la triste pérdida de quien fue creador de una gran parte de los éxitos que en él se recogen, como fuese el hasta su muerte guitarrista y fundador de La Ley, Andrés Bobe, fallecido un año antes del lanzamiento del álbum en un trágico accidente en moto en la comuna de La Reina.




"Invisible" fue producido por uno de los más destacados productores chilenos,de talla internacional: Humberto Gatica, quien ha trabajado con artistas como Andrea Bocelli, Elton John, Madonna, Michael Bublé, Paul Anka, Metallica, Roxette, Whitney Houston, y el indiscutido Rey del Pop, Michael Jackson, de quien era amigo personal.


 Dicho todo esto, al ser una historia recurrente entre bastantes grupos musicales, me parece que muchas veces los mejores álbumes de una banda suelen nacer a modo de catarsis, surgidos de entre los pasajes más oscuros de las historias individuales y colectivas de sus miembros (tal es el caso de “Mutter” de Rammstein, uno de mis discos preferidos), y así sucedió con ésta placa notable, llena de un sonido innovador pero a la vez inspirado en sus referentes del new wave y dark wave inglés de los 80, enriquecido de sintetizadores, guitarras llenas de efectos, la contundencia de Clavería en los tambores, la elegancia del bajo de Luciano Rojas y la sólida y soberbia voz de Beto Cuevas. En ella se recogen grandes éxitos de la historia de La Ley, como son “Animal”“Hombre”“Día Cero”“Cielo Market” y aquella que nos convoca el día de hoy: “El Duelo”.





(Warner Music Mexico - Todos los derechos reservados)


 Esta tremenda pieza musical, compuesta por el fallecido Andrés Bobe, Beto Cuevas y Luciano Rojas es sin duda uno de los mayores éxitos de La Ley, y tiene mérito suficiente para ello; empieza con una serie de capas de sintetizador que arman una atmósfera turbia, tensa, sucia, preparándonos para lo que se viene: Abre los fuegos la poderosa batería de Mauricio Clavería (siempre es divertido ver a un baterista zurdo) con un sonido lleno de aplomo, lleno de esa exquisitez que un buen drum kit de madera de calidad brinda. Unos cuantos pasos más allá e incorporan las cuerdas: una guitarra con pasajes en su inicio y fin un tanto Rockabilly, un tanto Blues, con un riff más apegado a lo New Wave durante el estribillo, y un bajo que simplemente suena elegante, sobrio pero muy intenso, pero sobre todo DISTINGUIBLE, que es una característica que muchas veces no se da en las cuatro cuerdas pero que en este caso se agradece enormemente.

 Luis Alberto Cuevas hace lo suyo: una voz dada al rock, que suena dura cuando debe hacerlo, y que es melódica cuando amerita, sin dejar de sonar masculina y oscura, porque Beto es un claro heredero de la movida más dark, más “gótica” (una palabra pésimamente usada siempre) de la música británica de los 80; tal vez las únicas voces tan variopintas, pero a la vez tan viriles que conozco, además de Beto, son Dave Gahan (Depeche Mode) y el gran Simon Le Bon (Duran Duran, banda que me encanta), ambos grandes influencias dentro del trabajo de La Ley.
Al final del día, tanto despliegue de talento no me extraña; de un hombre que creció en Canadá, que viajó en su niñez y adolescencia por Latinoamérica y que se luce como artista en otras lides, no se pueden esperar trabajos a medias.

 Escuchar “El Duelo” es escuchar precisamente eso: un duelo, una constante tensión que te acapara; se distingue de fondo un teclado que tiñe el ambiente de una neblina oscura, como la escena de un inminente crimen, un crimen que alcanza su clímax tras esa macabra carcajada de Beto, en un solo de guitarra que es simplemente soberbio, pues te permite distinguir de fondo el teclado con esa hermosa pero oscura atmósfera, y ese bajo ante el cual me saco el sombrero, sin dejar de ser un solo, sin dejar de robarse la película, sin dejar de ser un “Hola, soy Andrés Bobe y aún sigo entre ustedes, a pesar de parecer invisible a sus ojos”, pues aunque su grabación estuvo a cargo del talentoso Pedro Frugone, un hombre con notables aportes musicales a la banda, la línea de guitarra fue compuesta por Bobe… sin duda fue una fortuna contar con su genio musical antes de su fatídico accidente.

 Esta es una de esas canciones que cuenta una historia, de esas cuya estructura es el perfecto escenario para una obra de tres actos, a pesar de sus breves 3 minutos y 16 segundos, que aunque suenen a poco, están tan tan tan tan tan inteligentemente compuestos que no dejan ese extraño gusto a poco, sino más bien hacen necesario, imperioso escuchar una y otra vez esta magnífica canción incluida en el acervo musical de La Ley, pues quien habla de La Ley habla de “Invisible”, y quien dice “Invisible” dice “El Duelo”. Pocas canciones logran llenar tan bien los minutos como ésta, permitiéndote disfrutar al 100% todo su contenido, aun cuando siendo rigurosos con lo que todos conocemos por “música”, los primeros 16 segundos sean introducción, lo que reduciría teóricamente su duración a 3 minutos… tal vez los 3 minutos mejor invertidos de tu semana.



Andrés Bobe, fundador de La Ley, fallecido en 1994 en Santiago


 Hace un tiempo atrás me referí al amor oscuro y cotidiano de “Love” de The Smashing Pumpkins; hoy nos referimos a este amor oscuro y sadomasoquista de El Duelo, y me resulta asombroso cómo se puede abordar un tema tan controvertido y oscuro sin caer en la vulgaridad ni en el exceso, haciendo que el estribillo de la canción suene incluso pegajoso… hasta que te das el tiempo de leer la letra en vez de escucharla y te percatas de lo que estuviste cantando todo este tiempo (¡¡¡anda a lavarte la boca con jabón!!!); a ese nivel de profundidad es capaz de calar una canción cuando está bien hecha, y ésta, ésta es legendaria.

 ...y bien, habiendo vaciado una vez más el baúl de las canciones que marcaron mi infancia, sólo me resta esperar para ver a una de mis bandas favoritas nuevamente y como tantas veces sobre el escenario más importante de este país… tranquilo, Boriscillo, que La Ley ha vuelto, y como reza El Duelo, “no sufres más”.

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The Smashing Pumpkins: Love

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20:21


¿Qué es el amor?
¿Lo has sentido alguna vez?
¿Cómo podrías definirlo?
¿Podríamos decir algo sobre el amor que no se haya dicho ya?



 Sin duda una de las maneras más universalmente conocidas de referirse al amor es a través de la música, y tiene sentido, pues sobre ésta hay tantas apreciaciones y formas como las hay de aquel noble sentimiento representado por corazones y querubines lanzando flechas desde las nubes. Hoy sin embargo no hablaremos de ese amor empalagoso lleno de frases de calendario de bolsillo -para esa lírica profunda y filosófica de micro remitirse al siguiente enlace-sino a uno un poquito más oscuro, más retorcido tal vez, pero sin duda más sabroso y más realista; el amor visto desde la pluma de una de las figuras tal vez más subestimadas de la música (en el sentido de que nunca se le ha dado el sitial que merece) y una de las que más intriga y más curiosidad me genera: Billy Corgan, y sus "The Smashing Pumpkins".

 Ok, pero... ¿y quiénes son The Smashing Pumpkins? Bueh, son una baaaaanda griiiiiinga nacida en Chicaaaaago el ochenta y oooooocho de la mano de Cooooorgan y James Iha (el guitarrista rítmico chino que no es chino sino gringo de origen japonés). Al tiempo se unió un baterista muy bueno llamado Jimmy Chamberlin (que fue brutalmente expulsado se fue por drogo, rebalsándose el vaso cuando en la gira del "Mellon Collie" el 96 en un hotel de Nueva York sufrió una grave sobredosis de heroína junto al tecladista que los acompañaba -Jonathan Melvoin-, con la buena suerte de que el tecladista se murió y él no, pero con la mala suerte de que lo echaron) y una bajista llamada D'arcy Wretzky, que se fue por los ya típicos "motivos personales", que son la forma linda de decir que te echaron porque el líder -Corgan- no te soporta, porque le estorbas y le restas protagonismo. Su música tiene reminiscencias de indie rock, punk rock, psychedelic rock, gothic rock, progressive rock y a ratos un poco de shoegazing y dream pop, o como le gusta decirlo a los gringos, "Alternative Rock", que es como ellos llaman al rock que no es ni Metal ni Bon Jovi. Al día de hoy, y como es de esperar en una banda donde el genio y la creatividad del líder suele entrar en una etapa de imperialismo y de conflicto con el resto, el único miembro original de la banda es Billy Corgan; bueno o malo, juzgue usted.
(Achtung!: con esto no aspiro a que te sientas un conocedor de la banda, pues a decir verdad vale mucho más escucharlos y escudriñarlos por uno mismo).





The Smashing Pumpkins en la época de "Mellon Collie and the Infinite Sadness"



 En fin, sin más preámbulos, el día de hoy me encontré en uno de esos interminables ratos de ocio pensando que ya va un año desde que repasé al menos someramente la obra máxima, la novena sinfonía, el disco más logrado de la banda: "Mellon Collie and the Infinite Sadness"un discazo de 1995 que tiene el mérito de ser un disco doble, de ostentar la friolera de 28 temas en su versión CD (30 en vinilo), durar 2 horas y contener gran parte de las canciones más emblemáticas de la banda (a título personal, me refiero a la hermosa "Tonight Tonight", al cuasi-himno "Bullet with Butterfly Wings", a la -para mí- nostálgica "Bodies" y a la reposada y tan conocida "1979"), y entre ese enorme parque temático musical que puede ser un álbum de tales cifras, me encontré con una pieza que me llamó profundamente la atención desde el primer momento que la escuché... 




(Tienen que escuchar este disco al menos una vez en la vida)


 "Love" es sucia, distorsionada, tosca y eléctrica; a primera oída con suerte puedes distinguir las cuerdas de la batería y de la voz, pero de alguna manera extraña algo en ella -aunque suene obvio- te enamora; puede ser su ritmo acompasado por una batería que suena como si Chamberlin en vez de baquetas usara martillos (tengo un serio problema con esa caja) o sus capas y capas de efectos de guitarra y bajo, sus sintetizadores o la voz desenfocada pero no menos icónica de Billy Corgan, que es de esas voces que nunca llegas a confundir pues son reconocibles donde sea. Sea lo que sea, el hecho de que sea una canción sucia y un poco "underground" nunca quiere decir que sea una canción básica o simple... ¿o acaso el amor lo es?

La línea de bajo es pareja y continua a lo largo de la canción, con una leve variación en el estribillo y hacia el final, ejecutada con la elegancia y el enigma característicos de D'arcy... sin duda una extensión de su propia personalidad.


El "break" de la canción lo encontramos poco antes de los 3 minutos en un solo de guitarra (de Corgan, quien en el mundo de Smashing Pumpkins es juez, jurado y parte) rebosante de un efecto que es aturdidor pero refrescante, como bañarse en una piscina de ácido, para luego encontrarnos con un interludio de bajo y letra; a ratos se pueden escuchar de fondo los coros de Iha, a modo de anécdota, claro.


Y al finaaaaaal de esta aventurilla musical nuestra querida "Love" se despide de nosotros disminuyendo gradualmente la velocidad... entre tanto efecto y sintetizador el final me suena a una nave aterrizando y bajando revoluciones: hemos llegado de nuestro viaje por las nubes (negras) del amor.


 Musicalmente hablando me gusta mucho; tiene ese sonido oscuro y encerrado característico de una sala de ensayo, y de hecho me recuerda mi breve paso por ellas hace algunos años, época que extraño profundamente. Debemos considerar que a pesar de lo extraña y tal vez rudimentaria que nos pueda sonar hoy en día esta canción, su sonido es del año 95, de una época "post-grunge" y del otro extremo de USA respecto del lugar que vio nacer a esas bandas grunge que gobernaban la industria hasta entonces, como Nirvana o Alice in Chains, un extremo totalmente vicioso pero a la vez sofisticado, conceptual, con una industria underground potentísima y rica en sonidos; no por nada Los Simpson satirizaron de manera muy certera a The Smashing Pumpkins como una banda sumida en la depresión y en pensamientos profundos y un tanto decadentes, llenando sus existencias con abrigos de pieles (sin olvidar que esto es una sátira, de cuando Los Simpson hacían humor inteligente). En síntesis, es una canción que en la primera pasada y sin fijarme en la letra me sonó turbia, pero animada; tenía gusto a humor negro... y algo de cierto hay en eso.





The Smashing Pumpkins en The Simpsons


 Quien haya escuchado de forma medianamente seria al menos ALGO de The Smashing Pumpkins sabrá de que la calva cabecita de Billy Corgan sólo pueden salir ideas locas y un tanto extrañas; muchas veces uno tiene que buscar su propia interpretación de sus canciones, pues en la mayoría de los casos éstas están llenas de mensajes que sólo él podría entender, y su vida es cuando menos 'curiosa'.

 Love -como se esboza al inicio de este review- no tiene nada que ver con ese amor onírico y meloso de final de teleserie, sino que habla acerca de ese amor complejo que todos alguna vez hemos vivido, ese amor que no es perfecto y que difícilmente alcanzará la perfección; ese amor lleno de discusiones y de conflictos entre personas que no son una media naranja sino un limón entero, individual y ácido; nos habla de un amor que a ratos atemoriza por lo difícil que es de llevar, y que pareciera no conducirnos a ninguna parte, o al menos ninguna positiva, pero que por dentro nos dice de alguna manera que es lo que queremos, y que vale la pena sentirlo, un amor que nos dice "bueno, aunque nos agarremos de las mechas y te arrastre por el suelo*, al final del día sabes que te amo, que eres todo para mí y que siempre podrás contar conmigo"... el amor de todos los días, el amor tras las cámaras.


-Dicen las malas lenguas que esta canción está inspirada en la relación que Corgan tuvo con Courtney Love, viuda y asesina intelectual de Kurt Cobain, líder de Nirvana-.


El mensaje más oscuro (era que no en esta banda), y la reflexión que queda de tarea para la casa tiene que ver con una de las etapas más críticas de las relaciones: ¿Qué sucede cuando el otro te hace sentir insignificante, pero tú sigues amando? Tal vez ese es el amor verdadero, aquel que a pesar de las adversidades y muchas veces de los ataques del otro, te hace permanecer, intentarlo una vez más, quizás con miedo y sin ninguna certeza de nada, pero como toda adicción, asumiendo el riesgo... mal que mal todos queremos sentir amor y sentirnos amados, y como dice nuestro querido Billy, "love solves everything".

Amor para todos ustedes 





*: Valga aclarar que estoy absolutamente en contra de cualquier forma de violencia en las relaciones; es sólo una forma de decirlo.

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